Una nueva moda: No estar a la moda
En décadas pasadas, la juventud estaba obsesionada en imitar a sus ídolos musicales o a las estrellas de cine. Todavía en los noventa, las chicas compraban accesorios, vestidos, “jeans”, todo, de acuerdo con sus posibilidades, lo que usaban las modelos que desfilaban por las pasarelas y aparecían en las portadas de las revistas más “in” de ese tiempo: Cindy Crawford, Christie Turlington, Naomi Campbell y Linda Evangelista, entre otras.
Las chicas buscaban vestirse como ellas. Combinar sus atuendos de la misma manera e imitar su corte de cabello. Hoy la situación es distinta. Para empezar, la necesidad de tener ídolos momentáneos se desvaneció. Nos alejamos de aquella fuerte tendencia de declarar “soy ‘fan’ de...” y del compromiso que esto implicaba. En su lugar se ha implantado la preferencia hacia la manifestación de lo propio, de lo real, de lo que hace sentirse libre y cómodo, los estereotipos han perdido fuerza.
Por otro lado, la exaltación de los colores en un mundo en el que dominan las imágenes ha permitido crear nuevas combinaciones que en otros tiempos eran ridiculizadas o se creía que se verían mal. Por ejemplo, el morado con el café; el rojo con el verde, etc. El acelerado ritmo de vida que llevamos nos impide hacer una minuciosa elección de lo que vamos a usar durante el día. Sólo algunas personas, por cuestiones de trabajo, necesitan cuidar al máximo su vestimenta. Pero, la verdad es que los estilos van adaptándose a las necesidades de las personas y no al revés, así que cada vez se da más libertad en los trabajos de vestir como a uno le agrade.
Pasaron a la historia todas esas reglas de etiqueta que demandaban a las mujeres lucir impecables, salir a la calle perfectamente arregladas de pies a cabeza, muy bien peinadas y maquilladas. La ropa —ya fuese el vestido, el traje sastre o cualquier otro tipo de prenda— debía coordinar: el corte y el color, las medias con el tono de la ropa, la bolsa con los zapatos. Aparte tenían que estar hechos del mismo material. Ni pensar en usar un pantalón de cuadros con una blusa rayada.
También quedó atrás el empeño de sobresalir de los ochenta, década en la que la extravagancia se convirtió en el adalid de la juventud. La rebeldía dominó: el cabello debía lucir descuidado, los ojos debían maquillarse de manera exagerada, ninguna parte del cuerpo debía parecer común, hasta las muñecas de las manos iban vestidas, ya sea con encaje o cubiertas de pulseras de goma. El cuerpo se convirtió en un ‘collage’ colorido, creado por una generación ávida de atención.
Afortunadamente esta nueva generación del siglo XXI ha impuesto una nueva moda: No estar a la moda. Ya no hay reglas para los cortes, colores y diseños. Hoy la gente se viste como quiere, aunque los más prestigiosos diseñadores de modas traten de imponer un estilo, nosotras decidimos qué ponernos, qué adquirir y qué descartar. Los diseños y modelos presentados por cualquier personaje destacado, sean artistas, diseñadores, actores, son sólo alternativas, propuestas, nunca más una regla.
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